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Leer o no leer, esa es la cuestión; por Roberto Santiago

Querido lector, como bien sabes hoy se conmemora el Día del Libro coincidiendo con el hecho de que hace casi cuatrocientos años murieron el mismo día el manchego y el inglés más ilustres de todos los tiempos, Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Aunque los historicistas le pongan dudas a la fecha exacta, el caso es que esta casualidad es apreciable y muy significativa.

¿A los dos mayores escritores de la Historia les dio por vivir, escribir y morir al mismo tiempo? ¿A los que posiblemente sean los dos mayores conocedores de los anhelos del alma humana les dio por enterrar sus vidas a edades tan dispares un buen día de 1616? ¿El destino, los designios divinos, o quien quiera que sea, nos está queriendo decir algo con esto? ¿O es acaso una mera jugarreta del azar? Como escritor, como contador de historias, siempre he pensado (y sobre todo sentido) que las casualidades son una de las principales materias narrativas de las que están construidas los argumentos que tejen los libros que tanto amamos, que tanto defendemos los que sabemos que no hay mayor arma para aprender, para entenderse, para ser mejor persona en definitiva, que cultivar la lectura.
Con permiso, compartiré aquí otras dos casualidades, menores si las comparamos con la efeméride que hoy celebramos, pero también muy significativas.
La primera tiene que ver con el CIS, el centro de investigaciones sociológicas del estado español, un ente abstracto (al menos para mí) que de vez en cuando nos arroja cifras y datos apocalípticos sobre lo que somos, sobre lo que fuimos, e incluso sobre lo que seremos (ni más ni menos). Pues bien, hace pocos días ha publicado una encuesta sobre los hábitos de lectura de los españoles, que nos muestra cifras alarmantes (como suele hacer casi siempre). La primera que llama la atención es que según estos datos "científicos" un tercio de los españoles no lee nunca. Así de tajante. Nunca. Supongo que se refieren a que no leen libros. Porque leer, aunque sea anuncios por la calle, la carta del menú del día, o la declaración de la renta, mal que bien todo el mundo lee, me parece a mí. Y esto no es broma. Como decía García Márquez, leer aunque sea el prospecto de un medicamento, o las instrucciones de uso de una máquina taladradora, nos hace aprender, nos hace ser mejores personas (perdón por la insistencia en este concepto). Así que con todos mis respetos pongo en duda, muy en duda, esta primera estadística, al igual que pongo en duda todas las estadísticas y encuestas en general: me ilumina e interesa muchísimo más la opinión de una sola persona que me mira a los ojos, que un número extraído de preguntas hechas vía teléfono o internet de manera impersonal a docenas de encuestados. Pero el asunto es que paradójicamente este mismo estudio dice que cada vez se lee más, que han aumentado los hábitos de lectura de los españoles, bien sea a través de medios electrónicos, o por el tradicional papel. Por desgracia, eso no se ha traducido en un aumento en las ventas de libros, sino más bien todo lo contrario: hemos retrocedido en la compra de libros a valores de hace más de veinte años. ¿Qué está pasando aquí entonces? ¿Se vende muchos menos libros (en papel y electrónicos) y sin embargo se lee más? ¿Cuál es el misterio? ¿Cuál es la casualidad? Pues lo que está pasando es que la gente en este país efectivamente lee más, pero lo hace sin comprar libros. Lo cual, y espero que esto se entienda bien, crea una peligrosa espiral que hace que dedicarse a esto de fabricar libros, tanto para editores, impresores, libreros, autores, etc, sea cada vez más una quimera, puesto que resulta más y más difícil poder vivir de ello. Esto, como todo el mundo puede entender, sólo puede llevar hacia un lugar oscuro: que escribir, dedicarse a escribir, sólo pueda ser la ocupación de unos pocos privilegiados.
Animo con todas mis fuerzas a todos a leer. Animo también a todos a comprar libros, cada uno por supuesto en la medida de sus posibilidades. Y animo (y exijo) al mismo tiempo a gobiernos y gestores a intervenir para que sean las instituciones públicas las primeras en comprar y distribuir libros absolutamente para todos. Leer, y escribir, es la primera y principal actividad que diferencia al ser humano del resto de animales. No dejemos esto de lado, no permitamos que el mercado lo regule y lo devore, no consintamos que recaiga sólo en manos de unos pocos. Pongamos todos nuestro pequeño granito de arena para contribuir a que haya libros en manos de todos, especialmente de los más jóvenes; pongámonos en la tarea de ayudar a que los libros nos hagan crecer, aprender y ser mejores personas.
Termino con otra casualidad, ésta mucho más personal e insignificante. Fue en un pueblo manchego, Las Pedroñeras, hace exactamente veinte años donde escribí mi primer libro, "El ladrón de mentiras". Ha querido ahora la casualidad que pase en tierras manchegas esta doble efeméride para mí: el día internacional del libro 2015, y el veinte aniversario de mi debut como escritor. Ojalá que dentro de veinte años pueda volver por estas tierras y celebrar muchos más libros, propios y ajenos.
Muchas gracias por la oportunidad de compartir este día con todos vosotros. Leed, sed felices, divertíos. Abrazos y besos literarios por doquier para todos.

 

Roberto Santiago es un director, guionista y escritor español, autor de El Sueño de Iván, entre otras.

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